Alternan las luces rojas y verdes
y el mar es un juego de acertijos:
adónde, cuándo, para qué...
Ahí están las preguntas,
a flote,
danzando en la oscuridad,
como náufragos sin rumbo,
esperando la barca
para cruzar a la otra orilla
donde el silencio corone la morada.
En un siniestro zigzaguear,
silban con las olas,
parpadean bajo la Luna.
Nada ocurre.
El sueño no irrumpe en el cortejo.
Abandonada está la noche a la suerte.
Abandonada a la muerte.
Quizás el alba traiga el sosiego.
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